ESPERANZA

SENTADA Y DESNUDA

Sentada y desnuda,
de pechos y ojos usados

y un rostro al Horizonte
presto -tras infinitos estrellas y soles, desde los 80, pasados-

a parirlo hemisféricamente exacto:
Ana.

. . .

En V de la Victoria,
sendos, tensos,

bajorrelieves sureños,
sus esternocleidomastoideos

prestos a la palabra que hemisféricamente va, que precede:
Ana.

. . .

A poco de la Torre de Todos y Todas,
brazos y piernas dispuestos

¡prestos a romper la piedra y la reja!
¡a quemar la hierba de la Bella Plaza bajo su hemisférico paso!:

Ana,
¡mil Anas!



A DÓNDE VAN

¿A dónde van los argumentos
cuando se cercena a un ser humano por su mirada?

¿En que púlpito
son leídos y escuchados?

¿Cón qué mayúsculas
empiezan esas oraciones?

¿Qué mano enguantada
lleva su cajón ya sin nada?

. . .

Sin
nada.



HAGO TEXTOS

Hago textos.
Mi herramienta

es la palabra de la «lengua» latinoamericana
que bien la tengo por lengua:

por historias, por tierras,
por luchas, por sur y sur,...

Hago textos.
Mi tinta

tiene de las napas rompedoras de cimientos
del Carhué y el Epecuén.

Mis contenidos
son reflejos de una luna y un limonero,

de Manueles y Amandas, de Aylanes, Juanitos y Ramonas,...
porque sí cortados.

. . .

Hago textos pequeños, resecos en un instante de sol,
mensurados hasta la insipidez, ingrávidos.

. . .

Cuando haga textos dilatados, retóricos, calados,...
¿seré por estas ramblas poeta?



¡AY!

¡Ay!,
era el ayer tan amplio, sin bordes,

quizás blanco mantel de domingo,
quizás zumbido de abejas en la enredadera de verano...

Mas, si bordes había,
¡eran tan agresivamente suaves!

que ir y venir por sus océanos ¡azules!
sin temor a naufragar era posible,

grumete
yo.

. . .

¡Ay!
estos recuerdos bordados de suavidades y filos

que hieren
e hilvanan.



EL VIENTO

El viento
-en interminables sábanas invisibles

agitadas esta mañana,
12 de diciembre de 2019,

por las interminables manos de mi madre en delantal y limpiadora-
muge por el culo de Carhué, incluso.

Salgo a su ruedo
con el pecho y la sonrisa descerrajados y Naranjo (¡mi tonto y fiel Naranjo!)

y en lo alto del aromo
-que es ahora el enorme y eficiente plumero de María Esther-

salto hacia el ojo huracanado
furioso de gratitud, maldiciones y vida

¡con los furiosos y sin vientos que gusten
de este maravilloso y puto universo!



ENTRE LA LUNA

Entre la luna y tres piedras
nos besamos,

Ana tú, Juan yo,
frente a frente nos fundamos.

Rededor,
grises de hollín volcánicos desparramados

que todo lo sitiaban,
menos nuestro amor, una luna y tres guijarros.



MIGRANTE Y FRAGMENTADO

Migrante y fragmentado
como un rosario de nácar desgajado en el piso

me voy hablando, haciendo y sintiendo
sin patria.

Un chinarro de la montaña
a merced de este río de la vida que corre y corre por cauces, cuencas.

Un chinarro,
hasta escuchar en la orilla de esta Vía Láctea tu neto "te amo"

que me descerraja nuevamente a la vida y a ti
sin concesión alguna

. . .

sin concesión
alguna.



EMPALADO EN EL SUR

Empalado en el Sur,
de Canopus al Masallé,

del legendario nopal a la araucaria,
casi una cruz petrina...

¡Latinoamérica
me define!

Herido de pampa
y desvaríos perpetuos,

ulcerado en recuerdos épicos,
salitre y barro...

¡Latinoamérica
me define!

Y no es el amor a Machado tan poderoso
(¡y es este amor, en este costado, desde Colliure tan poderoso!)

como el amor a esta tierra de hombres y mujeres tan sufridos
que me empala sin piedad...

¡y sin piedad
me define!



YO NO CODICIO

Yo no codicio
pobres en los reinos del cielo.

Codicio
hombres y mujeres enteros en las democracias de la tierra.



UNA ROSA BLANCA

Una rosa blanca sin cortar, sin deshojar,
te pienso.

O,
allí y allí por la tierra, deshojada.

. . .

¡No te pienso
rosa de florero!

. . .

Me extiendo y,
al terminar el día de cualquiera de mis días,

la plaza entera sin una flor cortada
te pienso.

Con espinas y olores firmes
que hasta mi centro de gravedad,

donde anida mi yo impenitente,
alcanzan.

y, por la vida de mi única vida,
este mundo

¡sin niños ni niñas cortados!
te pienso.

. . .

Y tú,
mujer,

me vienes por encima
¡cómo te piensas!



LA FUI MANOSEANDO

La fui manoseando paulatina y demasiadamente.
Primero fue con la mirada de un ansioso catalejo sobre lejanos nidos de flamencos.

Incluso, en las tardes pueblerinas con ventarrones de tierra
donde la arena fieramente golpeaba mi rostro diciendo:

- ¡Acá estoy!
y me “envivaba” vivamente.

Yo soñaba entonces que estaba con ella, ¡con Selene!,
golpeándome -como la tierra de aquellos ventarrones- en inacabables, pequeños y feroces besos.

. . .

Luego, fue un manoseo sobre el papel, más secreto y desquiciado,
con palabras inventadas, descubiertas,

que la texturaban en campos espigados del Masallé,
en plumas de flamencos, en revoques de la Torre Blanca,

. . .

¡Selene se encendía entonces,
con forma de almohada y noche carhuense!

. . .

PS: Eran tiempos míticos de dioses y diosas, de hombres y mujeres,
anteriores al limonero..



ME HE PREGUNTADO

Me he preguntado,
me pregunto,

cada tarde en que el viento sopla y sopla sin doblegarse:
¿qué es el amor?

...y el viento -analfabeto, ¡alocado de ululares!-
parece traerme y llevarse ninguna respuesta.

¿Qué es el amor, mujer?
Tú, que me amas cantando, ¡nómbralo!

Cada caricia, cada beso,
cada piel que nos prodigamos 

¡bien requiere un nombre!,
¡una palabra propia!, ¡un sustantivo nuestro!

Tú, que guardas todas mis vísceras cantando,
¡Dímelo!

Yo -que me he encontrado en textos- curiosamente
no la tengo.



SE SENTÓ

Se sentó en la vereda de la tarde, como si no hubiera salido.
El polvillo callejero, tras pasar un auto azul, fue marrón al respirar.

Sus manos y su ropa,
¡qué podrían haber sido azules!, eran de aquel marrón. Parigual.

Miró, con sus ojos pardos,
a un grupo de pibes y pibas jugando ruidosamente en el baldío.

«Quizás allí», se dijo,
entre azul y marrón.



DESDE SUS PRIMEROS PASOS

Desde sus primeros pasos en el poniente,
el cíclope negro de la noche,

con su andar de infinita relojería,
ha aplastado minuciosamente a la laguna.

Una larga herida blanca
que alcanza a las hemipléjicas ruinas,

cruza el cristal
espectralmente quieto del agua.

El ojo del gigante,
¡ayer una luna de plata y jarana sobre el poblado jaranero!

mira incisivo
¡violando cada sombrío ladrillo, cada sombría hendija de araña!

Agito -cultivando recias taumaturgias- una mano del agua
en pos de aquel viejo bullicio.

. . .

¡Sólo el graznido de un flamenco devorado
escucho entre el cíclope devorador y el exánime espejo!



ALBA

Alba, salía por las calles de Carhué
todas las tardes que sus sexagenarios pies puntualmente encontraban:

¡a las siete en verano!
¡a las cinco en invierno!

. . .

Podía estar hablando con su vecina atiborradamente,
mas, a la hora indicada,

se despedía abrupta
y partía.

. . .

¡Lo había hecho con Ernesto
durante cuarenta años!

¿por qué tras su muerte
o tras algún fin del mundo cambiaría?

. . .

De alto en alto, conversaba frugalmente.
Minutos demás, ¡delatarían su fraglidad hasta en la sonrisa más bella!

. . .

Era el paseo:  las cuadras hasta «El Cristo,  los eucaliptos,
la vuelta y las luces...

¡a partir de las siete en diciembre y enero!
¡a partir de las cinco con el frío y el tapado que él solícito antaño le ponía!



TENÍA UN COSTADO MUDABLE

Tenía un costado mudable
de agua y artemias salinas,

otro,
de tierra y Masallé.

. . .

Por el costado de agua humedecía
-con esmero de antaña lavandera-

las caricias
que encontraba en sus verrugosas costas.

Por el de tierra,
plantaba y transplantaba besos descacharrados
y tamariscos.

. . .

Todo
a medianoche,

mientras el pueblo dormía
y la Luna y el limonero se amaban.




CREO EN LA ROSA

Creo en la rosa,
porque creo en la naturaleza como me es generosamente alcanzable y descalzo hacerlo.

Creo en la rosa
y en estos años míos. Éstos.

En mis recuerdos, en estos textos,
en las muchachas y en los muchachos por estas ramblas andando.

. . .

¡No!
en la rosa cortada,

¡no!
en la belleza de la rosa.



SE ME HA DADO

Se me ha dado desde que recuerde por escribir
y, entre tanto, por no hacerlo.

Se me ha dado allá, por palabras y signos mas no por vacíos
(salvo los que surgen de obligada forma).

Es enrevesado escribir vacíos,
¡vacíos diferenciables y elocuentes!

De éstos, los hay escritos entre estrofas de poemas por esos renglones blancos;
los hay, vigentes entre un libro y otro por esos pensamientos nuevos.

. . .

De noche, observo los vacíos en la espesura cósmica.
Desde que recuerde, los pienso tatuados por  dioses y diosas sureños, posiblemente fallecidos.

Al observar minucioso y abrumado,
los veo asediarme como partes de un impenetrable poema.

. . .

Las muertes, a propósito o despropósito,
también me son vacíos diferenciables y elocuentes.



SUS BESOS

Sus besos se habían desgastado.
Solidarios con sus labios ahora finos, poco dejaban.

Hijos y Nietos habían construido otros,
por lo que aquel desgaste durante largo tiempo no le fue notorio.

Cuando los Primeros partieron
oyó a los vientos algo decirle...

mas, los vientos iban y venían
¿por qué creerles?

Cuando los Segundos cerraron tras de sí la última puerta,
escuchó, por primera vez, el eco del picaporte.

El chiflete por las hendijas de sus ventanas recién pintadas,
con el tiempo pequeño y desnudo,

requirieron
otros besos...



FRANQUEARON MIRADAS

Franquearon miradas,
las eludieron.

De un extremo al otro de la pista
memorizaron ropajes, posturas,

rotaciones horizontales de cuellos, torsos y cinturas,
verticales de párpados y labios.

Intimaron frente a bailarines, mesas de chapa y serpentina.
Intimaron a la distancia, ansiosos, pacatos.

Alargaron brazos,
se impusieron nombres, edades, patrias

y sin bailar
siguieron bellamente la orquesta bajo el tinglado.

Se despidieron leyendo labios,
sin escuchar sus voces ni oler perfumes.

¡Y se habían -en calles, mercados y almohadas-
esperado tanto!

Se despidieron,
sin saberse nada.

¡Nunca más
se vieron!

. . .

Décadas después
a igual distancia aquella -unos 30 metros-

fueron en la Chacarita -días diferentes, solitarios y esperándose-
enterrados.



TRES RUEGOS

Tres ruegos
pronuncié bajo el aromo,

a ti, en Australia, Madre Tierra,
a ti, en Amazonia, Padre Cielo:

fue el primero,
por las vidas que allí vuelan, reptan, corren, saltan, oxigenan,...

fue el segundo,
por los hombres y mujeres que del Universo son centinelas y voces bravíos,

fue el último,
por la cordura del poderío en sus últimas corduras.

. . .

Tres ruegos...
¡qué los colibríes del jardín sabrán por la Vida dispersar!



SI FUERAS

Si fueras una ola de océano manso
o de tempestades,

si fueras un amanecer de vida
o de muerte,

si fueras un terrón de aire
y en él una semilla de hijos e hijas,

¡o de nada!,
si fueras un puñal o un beso,

. . .

como sea
que fueras,

¡cómo te amo,
te amaría!



ALGO DEL PADRE CIELO

Algo del Padre Cielo queda, mujer,
cuando la lluvia pasa:

el olor de la tierra saciada
y las semillas hinchadas listas.

El aire fresco, límpido
y el chapoteo feliz de los niños.

El viejo aljibe lleno
y los verdes de la Bella Plaza nuevos,

Las ramblas de alfombras lavadas,
y los perros callejeros zamarreando.

. . .


Algo del Padre Cielo queda, mujer,...
¡nuestro amor

saciado, listo, límpido, feliz,
lleno, nuevo, lavado, sacudido,...!



POR LOS NIÑOS

Por los niños que habitan en la guerra
¡Paz!

Por las mujeres y los hombres que lloran a sus deudos caídos
¡Paz!

Por los ancianos devastados buscando hijos y nietos
¡Paz!

Por las ciudades vacías y rotas,
por los campos yermos,

por los ríos con sangre y los aires humeantes y fétidos
¡Paz!

Por los días y las noches con sonidos y luces de espanto,
con soles y estrellas tiznados,

con cementerios atiborrados e infiernos hambrientos
¡Paz!

. . .

De pie y de frente, ante la guerra y sus hacedores:
¡PAZ!



COMO

Como un hazmerreír del recreo
o una puta violada,

como un Juanito del paco
o una toba en la selva talada...

recorro las catorce estaciones
hacia la luna engatillada

¡sin perdonar
nada!


ATARDECE

Atardece.
El último sol, desbocado,

lengüetea bífidamente la hierba
y el hemisferio derecho de tu áurea blusa.

. . .

Miras lejana
y me hieres.

. . .

Desde la sombra
busco ser amarillo.



YO CREO

Yo creo
exageradamente en mi "mirada",

pero también,
y exageradamente,

que no es la Verdad,
sino sólo mi verdad.



ME LO HAN DICHO

Me lo han dicho:
la Tierra girando y Epecuén ahogada;

el ropaje desgastado,
un apellido olvidado en la lengua,

los nuevos surcos del camposanto
y dos rodillas cansadas;

mis ojos que entera te veían,
cuatro o cinco vísceras quejosas,

un par de casas vecinales retraídas
y el jardín de las higueras de otrora.

Me lo han dicho
todos los espejos

. . .

¡ay!
¡qué ya no soy eterno!



VOY

Voy
por la ladera cicatrizada de tu pecho,

los costados aun no rojos de tus labios,
las sombras de tus muslos en hoz.

Voy a ellos,
de la luna en su cenit al aljibe,

¡mortalmente
descendiendo!

. . .

Voy,
que por saberte en algo, ¡saber el universo resta!



VUELVO SOBRE LA SOLEDAD

Vuelvo sobre la Soledad,
esa gran señora morena, señora del Cementerio del lago y del Masallé nocturno.

Vuelvo
-ya estuve sobre Ella con este mismo ropaje de palabras y signos-,

intrigado, genuflexo, asustado, boquiabierto,
buscando refugios.

. . .

Hay
de su Hermana, del corazón abierto -si es esto posible-,

de mes petites solitudes,
del zaguán de la Noche con su puerta de roble, bronce y aldaba,

de una Época que pasó y arrastro con grávidos terciopelos y lascivas muselinas,
de estos siete renglones vacíos, de dientes y cabello resentidos,

en Ella.
Por eso, buscando refugios, vuelvo.



CORRIÓ LA NUEVA CORTINA

Corrió la nueva cortina
dejando entrar la tormenta de plomo que,

entre los cuadros y el cielo opositoramente azul,
se arrimaba como huyendo.

Recogió el cuerpo en la pequeña mesa donde escribía
ordenando sus pies esmeradamente al bies del negro gato.

La vela, tartamudeaba amarillos sobre la hoja;
Sara, ¡rimas para Francisco!

¡Cada risa del nieto recordada era una rima fácil!
Cada pillería. Cada gajo de bizcocho en la rojiza boca.

. . .

Tras la nueva cortina,
la tormenta de plomo y bendita,

sobre los campos de la tarde y el ángelus de las seis,
¡también rimaba!



SANGRADO, SANGRANTE

Sangrado, sangrante,
lo cogió de un silencio en la guerra

como cosechando aceitunas
de una rama de olivo en la tierra.

. . .

Bajo lunas y soles de gastados cirios,
 restos y batallas,

lo llevo como pudo y no pudo
¡y él ya partido!

. . .

Asiendo sus piernas, sus botas,
sus ojos abiertos,

sus historias de hijo abiertas,
¡sangrado, sangrante!

sin saber adónde,
sin saberlo partido,

lo llevó con amor entero
¡y él ya partido!



ESTA PATRIA

Esta Patria Argentina
es ante todo

¡Nosotros,
los Argentinos y las Argentinas Latinoamericanos!,

nuestras voces callejeras y en racimos,
nuestras huellas de músculo y costillas, nuestra esperanza ¡donde va la vida!

. . .

Esta Patria Argentina es, ¡seguida e indivisiblemente!,
Tierras, Aguas, Cielos específicos, ¡dos indoblegables Islas!

y veinte Patrias Hermanas
que son, ante todo, ¡Hermanos y Hermanas Latinoamericanos

de músculo, Cruz del Sur
y costillas!



ME AMARRÉ

Me amarré a la Palabra Latinoamericana,
¡cuán lejos la vi de la palabra de Castilla!

Hoy es Aquélla
mi necesaria y suficiente jaula,

¡mis necesarias y suficientes
alas!



LA HISTORIA DE "LAS GENTES"

La historia de "las gentes",
sus pasos por la acera: apresurados, amarillos, sigilosos, pisados,

la costura de sus ropajes,
los buenos días de sus días: agudos, graves, bostezados,

sus aspavientos y sobriedades,
avemarías y camaricos,...

entran, como aquellas cartas de papel y tinta,
bajo la puerta de las simples casas: ¡esperadamente!

Revolotean sobre el hule fregado del mediodía
en un aleteo estrafalario de chismorreo e insaciables intereses.

. . .

Labios y oídos
hilvanan poblados, amores, envidias y ¡doy fe que a su modo bondades!

Se suspenden con partidas, celebran llegadas,
techan amores. Destechan amores.

¡Y miércoles, jueves y viernes,...
que a su modo bondades!



HOY BRAMÓ EL CALOR

Hoy bramó el calor
bajo la pollera azul y sin tablas de la tarde,

entre la puntilla íntima de la noche.
Lo hizo furioso, dictatorial.

Aletargando: el oxígeno del escaso aire,
las voces de los charladores noctámbulos,

los pensamientos por algunas dendritas licuadas,
los gestos lentos de dos o tres  miofibrillas apoltronadas.

¡Sólo el carnaval de la San Martín, a unas cuadras,
pareció temerariamente arrostrarle!

. . .

A lo lejos, a lo lejos, tras el bramido
¿se derretirán las balas por el aire?

                                                 Domingo, 19 de enero de 2020



BAÑADA CON ALCOHOLES BRAVÍOS (los versos de la carhuentena I)
  
Bañada con alcoholes bravíos
y agua de lluvia por entre jabones blancos de ropa

ofrendo a Últimos,
y Últimas

-cuál barbijo, caricia, pulmones, esperanza y poema
de hierros-

¡mi
palabra!

Con jabones blancos de ropa y agüita del cielo de Masallé
bañada y bañada

¡mi
palabra!



EN CUARENTENA (los versos de la carhuentena II)

En cuarentena,
con cada semejante encerrado en una villa, en una chabola, en una favela.

Solo,
en la soledad rotunda de los solos y las solas encuevados.

Enfermero, médico, lavapisos,...
por cada pasillo, cada barbijo, cada cama de un hospital desesperado de enfermos y enfermas.

Sepulturero,
en cada mano, cada pala, cada grano de tierra que cubre un cuerpo emponzoñado

y otro
y otro.

Muerto,
en cada muerto del mundo y de un año con sombras de avanzada tarde.

. . .

Me cabe el sayo
y al levantarme, esta mañana llovida me lo he vestido,

húmedo, despojado de melodrama y pantomimas,
humano.

. . .

Yo
y los Demás.



SIN BESOS (los versos de la carhuentena III)

Sin besos que besan amores,
los labios que besan ¿qué besos harán?

Sin abrazos que abrazan amigos,
los brazos que abrazan ¿secándose irán?

Sin manos que estrechan a nuevas personas,
manos mil veces lavadas ¿qué limpias manos serán?

Sin labios descubiertos que mis ojos espíen
¿qué labios rojos mis ojos morderán?

. . .

Y así, sin besos ni abrazos, con manos sin manos y labios tapados
¿por qué inciertos caminos estos tiempos inciertos me llevarán?



TE HE AMADO (los versos de la carhuentena IV)

Te he amado, Amanda, en cada resquicio posible
y hoy -que juegas a las escondidas en mis vacíos y en mis llenuras-

¡aún más estoy!
¡como si en el mundo y en mi nada hubiera pasado!

¡como si el verano y el tiempo de los besos dados
siguieran y siguieran!

. . .

He lustrado los zapatos este domingo doce,
me he cubierto el rostro con aquella bufanda que me regalaras y tiene de ti,

he enfilado hacia la iglesia del limonero - a hurtadillas, con memorias viejas, por calles vacías- a rezar.
Venías conmigo, ¡como si en el mundo y en mi nada nada hubiera pasado!

. . .

Las aljabas que me pedías, hace dos años he plantado,
aquí las rojas y violetas, las blancas y moras allá -¡en la sombra!, decías; ¡en ese tiempo de los besos dados!-

Ahora, al lago voy con las últimas, las rezagadas, ¡las que esperaron!
Vienes conmigo, entre viejos eucaliptos, por la Colón vacía.

Vienes conmigo como si en el mundo y en mi nada,
¡nada hubiera pasado!



JUANA

Juana
está hecha de agua:

agua de ventisqueros y nubes,
agua de licores y zumos borracheros.

Cuando me habla -al cocinar-
escucho historias de arroyos no estudiados venir por su garganta

y al tocar sus pechos -tras su rezo-
espuma de olas de floreros se desparraman por mi boca ahí desbarbijada.

Juana está hecha de agua:
de agua de aljibe y de luna, de agua de noche y de vías lácteas.

Por sus pulmones
nadan peces de colores y estrellas azorantes

y es velero de pescador y errabundo
-que ella moja y empuja mar adentro- mi mano por su piel de pecera.

. . .

Juana
está hecha de agua.

Cuando me pierdo,
me inundo en Ella.



ESTE VIENTO (los versos de la carhuentena V)

¡Este Viento, enviado quizás por el Gran Masallé,
pareciera hoy llevarse todas las pestes!

y al parecerlo,
va desnudando con cintazos invisibles  la enredadera del patio.

. . .

Cual enorme pecho gris
el cielo, moribundo, asoma a través de un agujero en el ya pordiosero follaje.

Se ve el frío.
El gato, por el rincón del trompetero, es un leño redondo, naranja y remanso.

. . .

Escribo mirando sus brasas,
¡abrasado!

Soy entonces -de este viento del 30 de mayo-
encantador de buitres,  ¡asesino confeso de todas las pestes!



NO VOLVERME VIDRIO (los versos de la carhuentena VI)

No volverme vidrio de ventana
empañado.

Volverme hoja de fresno
cayendo en otoño hacia la tierra, para tierra de primavera serme.

U hoja de aromo
viendo a la primera tras los fríos de Carhué volver.

No volverme madera de cama
inmóvil, maciza y fisgona.

Volverme Naranjo
y andar cimas de chapa bañadas de Luna.

No volverme espejo
ni lápiz ni hoja.

. . .

No volverme poco,
volverme uno y racimo,

racimo y vid,
vid y viñedos.

. . .

No volverme extraño.
Volverme.



SOY GUARDIÁN DE LA BELLEZA

Soy guardián de la Belleza.
Mi espada es la palabra,... ¡la oración completa!

¿Mi enemigo?:
el enemigo de las Pequeñas y de los Pequeños con hambre,

el enemigo de ROCÍO ANABEL GARCÍA en Salta,
de AYLAN KURDI en las arenas del Mediterráneo.

Soy guardián de la Belleza.
Mi fortaleza es una casa como otras en las calles del Carhué,

sin fosos ni empalizadas de palos a pique,
con un portón ¡que cualquier aturullado puede embestir!

¿Mi mangrullo?,
un aromo opulento, silencioso y discreto señoreando en el fondo

donde ayer,
tres higueras con hojas de plesiosaurio lo hacían.

. . .

¡Soy guardián
de la Belleza!

. . .

Mañana,
cuando cruce desposeído la última calle del pueblo,

despedidme,
por favor

-si es que bien he cumplido el designio,
si es que no hay insolencia en ello y poco demando-,

con los honores de tan noble guardia:
¡el aire bendito de Carhué entre mi arena!



UNA CAJA DE HABANOS (los versos de la carhuentena VII)

Una caja de habanos Cohiba
con ciento noventa y dos fotos ordenadas según su base y su altura,

un sobre de Usuhaia oxidado en su escote,
un frasco vacío de perfume y de olor que rezaba "La vie est belle",

cincuenta y dos estampitas de una comunión primera
confinados en una cinta verde,

un anillo siempre probado,
tres dedos con sobrehuesos atizando rescoldos,

. . .

Un sol, astronómicamente corvo,
entibiando el rostro de Eva Jardo por la ventana enrejada de la Pueyrredón de junio y de Carhué,

de la noche
y de la peste.



MUJER, HOMBRE

Mujer,
Hombre,

no te pienso santa
ni héroe.

Te pienso, niña,
«con la pelota jodiendo»,

te pienso, grande,
trabajar cantando,

te pienso, añoso,
de pie y caminando.

. . .

Mujer,
Hombre,

no te pienso estrella
ni sabio.

Te pienso
¡mujer!

te pienso
¡hombre!

te pienso más
¡lo que noblemente seas!

...Y te pienso en esta Vida,
en esta Tierra,

donde discurre
la Eternidad

¡y tu camino
bueno!

. . .

Mujer,
Hombre,

te pienso
con Otros,

te pienso
con Otras,

te pienso más
¡lo que noblemente con Otros y Otras seas!

...en esta Vida,
en esta Tierra,

donde discurre la Eternidad
y brilla bajo el Sol

 la uva, el Racimo
¡y tu camino bueno!



QUEDARON PREGUTAS POR HACER (los versos de la carhuentena VIII)

Quedaron preguntas por hacer,
miradas marrones que de mirar no terminaron,

manos hacia el otro con marchas inconclusas en el mapa,
brazos que se negaron,

respuestas para cuando volviera a florecer el jazmín florecido,
tres regalos que se guardaron y no se abrieron.

Quedaron en la cama restos de espaldas enfrentadas,
y en el pequeño pasillo  tierra en los rincones de sus zapatos,

placeres solitarios en el baño,
mates fríos en la mesada de fórmica agotada

y las violencias extremas del silencio
¡y las violencias extremas del silencio!

. . .

al desencolarse
tras aquella peste.



ENTRE LAS REVUELTAS CAMAS (los versos de la carhuentena IX)

Entre las  revueltas camas de sus hermanos
se movió chiquita hacia la  ventana mojada del cuarto

atravezando como un duende la  molesta hierba
y el estiletero frío.


Trepó la tapia con el gato adjunto
y, tras un laberinto de rectas quebradas,

alcanzó
la apófisis de Namuncurá y Moreno.

Se sentó -como lo hacía desde el jueves 28 de mayo- en esa proa de ladrillos buenos
y hacia el poniente.

. . .

El cielo claro y la luna aljibera
se reflejaban en el lago de blanca playa,

el lago de blanca playa, apretujado,
en sus dientes de leche.

. . .

Sobre sus piernas pequeñas, frías, entrecruzadas y creciendo
el gato soñaba pájaros,

en sus pulmones
el aire traía lago, cielo, luna

y
ninguna peste.



FUERON "EL DOMINGO" (los versos de la carhuentena X)

- Fueron «el domingo» las hojas del fresno
verdes, firmes, impertinentes y altas,

hacedoras de sombras y de aires cristalinos,
de postales de palomas, charlas pasajeras y autos ensillados.

- Hoy, a veces de la vereda y su calle,
del sol, de la lluvia, de junio y su peste,

de volubles y abandonadas alfombras,
de ruedas y pisadas escasas y ligeras.

- Mañana, cercano invierno -calle más, calle menos-,
informes, aguachentas, terrosas y gualdas

bien serían de la buena tierra y de las primigenias raíces maternas
¡si no encontraran sólo grises y carcelarias calzadas donde dejar de ser esas hojas!

. . .

Hay en ello cierto simbolismo
de la vida de las personas y esas cosas

de su esplendor, su brevedad,
de cómo se oxida el oro más brillante del infinito y la eternidad.

. . .

Tú, lector que me estás leyendo
¿lo entrevés también así?



LLOVÍA EN CARHUÉ (los versos de la carhuentena XI)

Llovía en Carhué
y casi nada más.

Celeste, con su bolsa de alimentos y a metros de llegar,
avanzaba cansadamente por la calle cruelmente acortinada.

. . .

Cansada, se secó en la entrada.
Cansada, calzó una bata con olor a humedad y jabón blanco

y, cansada, acarició al perro...
¡y el perro lamió su mano!

. . .


En el aparador amarillo
fue ubicando los doce alimentos.

El paquete de harina, humedecido mortalmente por la lluvia,
se desfondó, insensible, al querer guardarlo.

El piso, la bolsa en el piso y sus pantuflas
se cubrieron, desde sus ojos viejos y acristalados, de un armiño inerte.

. . .

Una gota, cansada,
formó una moneda oxidada sobre el armiño.